miércoles, 14 de septiembre de 2011

Dicen que al primer amor se le quiere mucho. El mío fue como una utopía: follábamos donde pillábamos, nos reventábamos de las ganas que nos teníamos, y nos era tan fácil discutir como abrazarnos. Dicen que la primera derrota es la más dura: desechar todos los planes, asumir que no será él quien te traiga flores a la vuelta del trabajo, matar golondrinas, acostumbrarte a que las paredes de la habitación se te echen encima por haber visto despertares más felices...
Después te dicen que al segundo se le quiere mejor: sigues follando donde pillas, le abrazas pero no discutes. Nunca te hablan de los no correspondidos: que te cierre la boca de todas las formas que sepa, follar con otros pensando en él, derretirte por dentro cuando te habla de otras.
[beso ranas exclusivamente]
Te meten por los ojos su plan perfecto, la supervivencia en compañía, lo maquinan todo a la perfección: hipoteca, coche, trabajo, hijos. Pero hay algo que nunca dicen, que se aprende a base de hostias y palos, a base de cicatrices, de días con nombres y apellidos: que es mejor no buscar príncipes azules, porque puedes terminar besando ranas

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